Bueno, bueno… Estoy en la recta final de esta aventura y, aunque a mi marido ya no le van a servir mis consejos porque ha sufrido mis trastornos de embarazada sin previo aviso, puede que a algún otro primerizo le sirvan de ayuda.
Este va a ser mi segundo hijo, pero el primero con este marido (más conocido por aquí como “El Churri”, para gran cachondeo de sus amigos, que, como dice él, “desde que tienes el blog me han perdido el respeto, churri”), así que en esta historia el primerizo ha sido él, lo cual es una ventaja, porque al menos uno de los dos sabía dónde se metía, que siempre está bien.
Lo que me ha resultado curioso de esta experiencia repetida es que un segundo embarazo se vive con mucha más tranquilidad, pero no por ser algo conocido estás libre de sufrir múltiples neuras, a cuál más estrambótica. Afortunadamente son pasajeras, pero el caso es que el futuro padre puede verse sometido a situaciones francamente estresantes. Veamos algunas de ellas, y de paso, sugerencias para intentar salir airoso:
“¿Tengo más barriga?”: Esta suele ser la típica pregunta del primer trimestre. Ni se te ocurra decir que no, tú di siempre “yo diría que sí”, y de paso añade algo del estilo “por cierto, estás cada día más guapa”.
“¿Estoy gorda?”: Esta es más del segundo y tercer trimestre. En este caso la respuesta es obvia: “¡Qué va! ¡Estás guapísima!”. Ya sé que lo de guapa no tiene nada que ver, pero sirve como maniobra de despiste. Lo malo es que la embarazada que realmente se haya pasado de peso (la que ronda los 20 kg de más allá por el séptimo mes) sabrá que está “un poco gorda” además de embarazada, y posiblemente insistirá. Si es el caso, lo siento de verdad. Ármate de paciencia porque poco puedes hacer, y dale algún achuchón, que vea que te sigue gustando.
“¿Crees que el bebé estará bien?”: Pregunta chorra donde las haya, porque es obvio que no eres telépata, pero ni se te ocurra decirle “¡¿Cómo quieres que yo lo sepa?!”, no, no, no. Tú dile: “Por supuesto, cariño, ¿cómo va a estar mal? Vamos a tener un bebé guapísimo”, y dale un achuchón. Como verás, lo del achuchón vale para todo, en el fondo somos muy básicas.
“¿Te gusto?”: Aunque te parezca una pregunta absurda, nunca contestes “¿Por qué te crees que estoy contigo?”, sin levantar la vista del periódico, así en plan insensible. Ten en cuenta que la embaraza se siente “diferente”, ya no se reconoce en el espejo, y por eso hace ese tipo de preguntas arriesgadas y aparentemente absurdas. Solo busca mimitos, así que… ¡dale un achuchón!
“¿Y si el niño sale enano?”: Quien dice enano (no me refiero a bajito, eso no nos suele preocupar), dice que le falte una mano, que se le pare el corazón porque sí, que tenga espina bífida, o cualquier desgracia que a tu mujer se le ocurra en ese momento, normalmente influenciada por una película que haya visto, algo que haya leído o alguna historia macabra que le hayan contado. La cantidad de “Y si…” que se le pueden ocurrir a una embarazada es infinita.
Lo peor en estos casos es que seguramente consultará en internet su problema inexistente y acabará en algún foro donde las preguntas suelen ser de este estilo: “SOCORRO!!! Estoy de ocho semanas y mi bebé no tiene latido, estoy muy asustada, por favor, AYUDA!!!”. Como no le puedes quitar el ordenador, porque siempre encontrará alguno de repuesto, mejor resígnate y trata de no perder la paciencia. Y hazle mimitos, ya sabes ;).
“¿Se le habrán paralizado las piernas?”: Sí, la imaginación de una embarazada no conoce límites. Esto puede ocurrir en el tercer trimestre si al niño se le ocurre sentarse, o sea, si viene de nalgas, como se suele decir. En ese caso, como los puños están arriba, y con ellos tiene mucha menos fuerza que con las piernas, que utilizará para dar saltos sobre tu vejiga (algo muy agradable), apenas notarás movimientos arriba, donde tú crees que están las piernas, pero que en realidad no están, no sé si me explico. Sí, confieso que fui yo… Y la del niño enano también, lo reconoceré antes de que me delate el churri.
“Yo no quiero una cesárea”, o la contraria, “¿Dolerá mucho? ¡Yo quiero una cesárea!”: Si tienes suerte, te tocará una mujer que afronta el parto estoicamente, en plan “como no me voy a escapar, que sea lo que Dios quiera”, pero puedes no ser tan afortunado y tener que lidiar con una mujer aterrorizada ante la idea del parto, más bien del dolor el día del parto. Tampoco nos vamos a engañar, no duele mucho, duele muchísimo, pero en cuanto te dan el premio te olvidas. Lo mejor: dile que vas a estar con ella y que todo va a ir bien. No se te ocurra nunca decirle “¡Si las mujeres han parido toda la vida y no se han muerto!”, o “¡Si con la epidural ya no duele!”, porque puedes acabar siendo hombre muerto.
“Yo no puedo tener un hijo en esta casa”: Esta es de mi amiga L. Vivía en un piso alquilado cuando se quedó embarazada, y le dio por decir que en ese piso tan cutre no podía vivir su hijo. El caso es que yo miraba el piso de arriba a abajo y no le veía nada raro, pero como no se podía comprar uno, ahí tenías al bendito del marido pintando un día el techo, otro las paredes, otro lacando las puertas, otro volviendo a pintar las paredes porque “ese color no queda bien”. En fin, cosas que pasan.
“Hueles a taller” (aunque no pises un taller ni por casualidad): En esta situación vale cualquier olor (tabaco, fritanga, perro,…, y pobre de ti como huelas a perfume de mujer…). Resígnate y date una ducha, aunque estés requetelimpio.
Llora por nada. Sí, es lo que tiene esto del embarazo, que las hormonas se disparan y lloramos por nada. Si ya de por sí solemos ser de lágrima fácil, ni os cuento embarazadas… Lo has adivinado, dale besitos :).
Un consejo: dale vino. Sí, sí, vino, y si es en una cenita romántica, mejor. O déjale que se tome una cañita de vez en cuando, seguro que al bebé no le pasará nada (Aclaro que la medida diaria autorizada según mi médico es la cantidad de alcohol que hay en una copa de vino, o equivalente. Eso sí, no es acumulable, no vale tomarte tres si llevas tres días sin beber, ¡eh!). Me explico: uno de los peligros que acechan hoy en día a las mujeres embarazadas son sus propios maridos, que como últimamente (algunos) se implican tanto en los embarazos, se vuelven Torquemada en versión moderna. Hoy en día escuchar frases del estilo “A mi mujer no le dejo tomar cafeína, que está embarazada” es de lo más normal. Así que claro, del alcohol ni hablamos, la mayoría creen que por tomarte una cañita va a nacer el niño con síndrome de abstinencia, y la única que tiene el síndrome eres tú.
Y después del vino… sexo, ¿no? Porque ¿qué hacemos con el sexo? Yo aquí he visto de todo, desde mujeres que se vuelven hiperactivas sexualmente, hasta maridos que no les ponen la mano encima porque las ven “como madres”, pasando por parejas que se aguantan las ganas y no quieren hacer nada por si le hacen daño al bebé. Supongo que esto es como todo, si no hay contraindicaciones, en el término medio está la virtud, así que un polvete de vez en cuando os sentará muy bien (y de paso ella se sentirá atractiva, algo que le vendrá muy bien).
El síndrome del nido. Este es famoso, y existir, existe. Aunque suele ser más bien cosa de mujeres, cada vez hay más hombres afectados, y aclaro que el síndrome en ellos suele ser más agudo que en ellas, ya que se lo toman como un trabajo, con estudios de mercado incluidos. Si no es tu caso, lo mejor es ser paciente y escuchar con interés lo que ella te cuente: minicuna sí o no, bañera con o sin cambiador, para bidet o para ducha, carrito con capazo o sin él, la sillita de seguridad “de huevo” o de “no huevo”, la habitación amarilla o azul, … La lista es infinita y lo que ella quiere es compartirlo contigo, así que mejor pon buena cara y participa, verás que no es tan terrible.
El parto, ese gran día… que al marido le da tanto miedo. Lo normal será que ella quiera que asistas al parto, y a ti puede que te entren sudores fríos solo de pensarlo. Si es así, probablemente te imaginas aquello como una sala de tortura, con tu mujer gritando como una loca y sangre por todas partes. Si fuera así, yo tampoco querría estar, lo juro. Afortunadamente, nada más lejos de la realidad (Bueno, vale, no os voy a engañar. Hay excepciones y algunas mujeres se ponen histéricas y empiezan a insultar al marido y a las enfermeras, pero no es lo normal). El caso es que ella solo quiere que ese día estés ahí, a su lado, para compartir el momento más increíble y emocionante de vuestra vida: ver al renacuajo nada más nacer, abrazarle y tocarle. Juntos. Y de paso, que estés con ella, para sentirse protegida. A lo mejor tiene poco sentido y es irracional, pero lo que más necesita el día del parto es sentir el cariño y la protección de su pareja.
Yo siempre doy un consejo para ese día, aunque las madres/suegras me miren con mala cara: Creo que el nacimiento de un hijo es algo tan especial y tan íntimo, que hay que disfrutarlo a solas. El padre, la madre, y el bebé, todos los demás sobran. Después de conoceros, cuando hayan pasado una o dos horas, el tiempo que necesitéis, llamad a todo el mundo y compartid vuestra alegría, pero ese rato a solas para mí es imprescindible e irremplazable.