27 de diciembre de 2010

"Tenemos que hablar"

El mito del hombre simple, argumentos en contra (Parte 6)

Esta es probablemente una de las frases que más temen los hombres de hoy en día. Y digo de hoy en día, porque los de antes, en general, mandaban en su casa y no aceptaban conversaciones comprometidas con sus mujeres (que no se me cabree ninguno de más de sesenta, que conozco alguna excepción, pero son pocas…). Que conste que creo que era peor opción que la de ahora, con mujeres más peleonas, incluso desde el punto de vista del hombre, pero ese es tema para otro post.

En el de hoy hablaremos de la famosa frase Tenemos que hablar, y para introducirlo nada mejor que este vídeo de Fabio Fusaro, por cortesía de Juanjo G (Gracias, Juanjo, fue todo un descubrimiento). Atentos a la mitad del vídeo, que no tiene desperdicio, y contiene “LA CLAVE” del tema:


Pues sí, la clave está en este vídeo, y cuando lo vi por primera vez fue totalmente revelador, nunca se me había pasado por la cabeza porque nunca (nunca-nunca, ¡eh!) un hombre ha reaccionado así ante mi necesidad de hablar. La clave es esta:

-         Ella: Cariño, tenemos que hablar…
-         Él: ¿De qué?

Sí… ¿De qué? ¡¡¡Es facilísimo!!! ¡Madre mía, tan fácil y tan difícil a la vez! ¿Por qué la respuesta más evidente no la da nunca un hombre? ¿Por qué les entran sudores fríos (en el mejor de los casos, porque en otros ni se inmutan y pasan de todo), y empiezan con evasivas del estilo ¿Tiene que ser ahora?”, como si les hubieras planteado algo terrible y totalmente improcedente? La respuesta no la tengo, a lo mejor los lectores masculinos nos dan alguna pista.

El caso es que cualquier respuesta del estilo Ahora no me apetece es la peor que puede darse, porque cuando una mujer decide pasar al ataque y plantear el famoso Tenemos que hablar, lo normal es que se trate de algo tremendamente importante, al menos para ella. Encima, como sabe que va a encontrar resistencia, llegará preparada con toda la artillería, dispuesta a no aceptar un no por respuesta. Por lo tanto, si una mujer te plantea que tenéis que hablar, tienes motivos de sobra para asustarte y más vale que te actives y saques de tu cerebro cualquier cosa que pueda distraerte.

¿Por qué asustarte? Muy fácil: si no le dices algo del estilo Claro que sí, cariño, siéntate a mi lado y hablamos(pura ciencia ficción, lo sé…), ella no te dejará escapar y pondrá en marcha su estrategia completa de acoso y derribo hasta que consiga que “habléis”, y lo pongo entre comillas porque muchas veces hablará ella y tú te limitarás a alternar ataques y defensas como puedas, con lo que el resultado será catastrófico y el famoso Tenemos que hablar degenerará en un guerra de varios días.

¿Qué ocurre en el cerebro de una mujer cuando te plantea la pregunta? Pues todo esto y mucho más: Cuando ella se decida a “atacar”, llevará preparado su discurso principal y varios discursos alternativos, habrá analizado todas tus respuestas posibles y sobre la marcha irá pensando qué es lo siguiente que puedes decir y cuál será su réplica en cada caso. Ten en cuenta que las mujeres hablan, escuchan, analizan y piensan en la respuesta a la vez, así todo junto, mientras que los hombres o piensan o hablan, nunca las dos cosas a la vez (Madre mía, después de esta me matan muchos, menos mal que los que me conocéis sabéis que lo digo con cariño :P). El resultado es que el hombre estará en franca desventaja y sin posibilidad de salir triunfante. Lo siento, la vida es dura... ;).

¿Qué puedes hacer para salir airoso? Pues facilísimo, le dices Vale, vamos a hablar y así, de entrada, la desarmas porque es la única reacción que no espera. Si encima le pones una sonrisa tierna y le coges de la mano o algo similar, ¡ni te cuento! No olvidéis que hablando podemos ser máquinas de matar, pero en el fondo somos unas blandas y con cuatro mimitos se nos desmonta fácilmente, que no somos tan malas.

Un par de consejos extra:

-         Para ellos: Jamás dejes un tema a medias, una mujer nunca olvida. Tenemos la necesidad de cerrar temas, y si dejas una rendija, volveremos con el hacha (risa maléfica…).

-         Para ellas: No le plantees temas trascendentales a un hombre a partir de las nueve de la noche, ya que a esas horas no le quedará apenas cobertura. Al final de este post repescaré este otro, que fue el primero del blog y le tengo mucho cariño. En él os cuento cuáles son los “problemas de cobertura” de los hombres, con moraleja nueva incluida.


Lo cierto es que cuando queremos hablar de algo importante, realmente necesitamos hablar, no es un capricho, así que creo que lo mejor, y lo más justo en pareja, es sentarse a hablar. Yo, con mi mente de mujer, lo veo fácil, pero al parecer no debe serlo, porque no suele ocurrir. Y el caso es que a nosotras nos resulta agotador y muy desagradable tener una batalla con nuestra pareja, pero no debemos dejarlo pasar porque entonces, problemas que muchas veces son importantes, se quedan sin resolver, con lo que se enquistan y acaban pasando factura siempre, no tengo ninguna duda. Sin una buena comunicación no hay pareja viable, nos guste o no, y, al fin y al cabo, hablar no cuesta tanto, ¿no? :)


A tener muy en cuenta: Problemas de cobertura

Veamos… Quién no ha oído mil veces eso de “Si es que los hombres somos muy simples”. Pues bien, yo me he propuesto rebatir esa teoría. Creo que cuarenta y tres años de convivencia con hombres me dan cierta autoridad en la materia. La forma de demostrarlo va a ser rigurosamente científica: enumerando los argumentos a favor de la teoría, y después los argumentos en contra. Al final, haremos balance. Bueno, no es del todo científico, pero puede valer. Vamos allá.

Sí que es cierto que los hombres son un poco primitivos, tienen unos mecanismos internos menos desarrollados que los de las mujeres, y si no, a las pruebas me remito, jejeje…

Cuando tienes un marido no debes olvidar que todos, absolutamente todos, vienen con un defecto de fabricación: la pérdida de cobertura a partir de las 9 de la noche, más o menos coincidiendo con el Telediario. ¿Por qué se produce este fenómeno tan extraño? Nadie lo sabe, ya que de pequeños no paran en todo el día, pero partir de los 16 años empiezan a sufrir una mutación genética que se manifiesta claramente a la edad adulta. Veamos cómo se desarrolla este extraño fenómeno.

Imaginemos a un marido al final de su jornada laboral, entre las ocho y las nueve de la noche. Llega a casa, da besitos a la familia, se pone el pijama, y se encamina hacia el salón. Hasta ahí todo normal. Si coge el periódico, buena señal: puede que le queden un par de rayitas de cobertura. Si se asoma por la cocina y te dice “¿en qué te ayudo?”, a lo mejor le quedan tres. Si se desploma en el sofá y agarra el mando de la tele, cuenta con que sólo tiene una rayita, poco más…

Mientras tanto, ¿qué ocurre contigo? Lo normal es que estés haciendo la cena, poniendo el lavavajillas, diciéndole al niño que se duche, …, cualquier cosa menos estar sentada en el sofá. Y si pudieran leernos la mente, nos meterían en un siquiátrico (“que no se me olvide tender la ropa, que ayer se me quedó en la lavadora; mañana tengo que llamar al fontanero, voy a ponerme un aviso en el móvil; ¡Uy! ¡Se me olvidaba ponerle al niño el traje de judo!, voy un momento; a primera hora tengo que revisar el proyecto de Jijona, creo que se me han olvidado las farolas; ¡Joder! ¡Que se me quema la sopa!; no he llamado a la madre de Jose para decirle que el niño va al cumpleaños; y no le he comprado el regalo, qué desastre; ¿se podrá quedar mi hijo el viernes con mi madre?; ¡ay, no la he llamado para ver qué le ha dicho el médico!; llevo dos semanas sin ir al gimnasio, se me va a poner el culo blando; ……”). Vamos, que cualquier día nos vamos a cortocircuitar.

Supongamos que ya hemos cenado, acostado a los niños, y nos sentamos en el sofá, ¡por fín! Y claro, en ese momento es cuando se nos ocurre contarle a nuestro marido el día que hemos tenido. ¡ERROR! La rayita esa que le quedaba hace una hora, puede que ahora parpadee, y en ese caso, tu marido te mirará con esa mirada tan característica de marido-a-las-diez-de-la-noche, así como perdida, que te mira de frente, pero sin verte, o sea, que te mira pero no te ve. Hace intentos de conexión, la mitad fallidos. Tú entonces empiezas a imaginarte que estás en el plató de “Hospital Central”, que eres la enfermera de urgencias, o la cirujana, que queda más guay. “¡Lo perdemos, lo perdemos! ¡Carro de paradas! ¡Desfibrilador! ¡5mg de epinefrina (o como se llame eso que les ponen)!”. Él te contesta con monosílabos, con la mirada ausente y la cara seria. “¿Te pasa algo?”. “No, es que estoy cansado”. “Ah! Bueno! Yo también! Como te decía, bla bla bla”. Y la rayita que parpadea. “¿¡Pero me escuchas o no me escuchas!?” Y entonces le quitas el mando y bajas el volumen de la tele, para que no tenga interferencias. Pero ni así.

Esta situación tan trágica, que siempre acaba en desgracia (ya que al marido al final “lo pierdes”), requiere grandes dosis de paciencia y, como diría mi abuela, de picardía. ¿Qué se puede hacer con un marido a partir de las nueve? No mucho :), pero ahí van algunas ideas:

- Dale vino y ten un rato de sexo (decir una noche de lujuria, sería mucho decir).

- Dile que ponga una película (recuerda que el mando el suyo, por eso no la puedes poner tú), y os apretujáis en el sofá para verla.


Ya está. ¿A que esperabas más, eh? Pues no, creo que no se puede hacer mucho más. Pero bueno, es suficiente, la verdad. A esas horas también nosotras tenemos que desconectar, aunque solo sea parcialmente.


Lo que no debe hacerse nunca jamás es:

- Hablarle de su madre.
- Hablarle de la tuya.
- Hablarle de tu trabajo.
- Hablarle del suyo.
- Hablar de política.
- Hablar de dinero.
- Quejarte de lo fea que te estás poniendo esperando que te consuele y te diga que eso son imaginaciones tuyas.

Pero lo peor, lo peor, lo peor que puedes hacer es discutir, porque tú querrás arreglarlo, y como él ya no tendrá ni cobertura, ni batería, ni ná, te dirá “cariño, estas no son horas de hablar, yo necesito dormir, así que mañana hablamos”, y se meterá en la cama, ¡y lo peor de todo es que se dormirá! ¡Sí, se dormirá, cuando tú tienes la cabeza como un volcán en erupción, y por supuesto, no te puedes dormir!

Y ahora digo yo. ¿A la vista de esto, quién tiene la tara más gorda, ellos o nosotras? Yo la respuesta la tengo clara: nosotras. Esto no se lo esperaba nadie, eh? Jeje.


MORALEJA: Nunca, nunca, le digas a tu marido “tenemos que hablar” a partir de las nueve de la noche, porque a esas horas está incapacitado para contestar, así que no seas mala y ten paciencia. Besitos a todos y que paséis una buena última semana del año.

18 de diciembre de 2010

15 de enero, quedada en Valencia (EDITADO)

Hola a todos. Este post es el preaviso de la quedada que estamos organizando Eva y yo en Valencia el 15 de enero. Todavía no sabemos el sitio exacto ni la hora, pero hemos querido avisar ya para que os podáis organizar. Estaría bien ponernos cara y poder charlar con una cañita, que es como más a gusto se está. A mí me reconoceréis fácilmente, lo difícil será no verme con mi barriga de siete meses ;).

¿Quién se animaría? Añado el enlace de Eva, que también lo ha publicado: "que queremos conocerte", y aclaro que podría ser el domingo también, todo depende de cómo se pueda organizar la gente, por eso lo estamos avisando con tiempo.

Os dejo con una canción de Revolver y Sole de Presuntos Implicados, dedicada a Valencia: "Dentro de ti". ¡Nos vemos en Valencia!

12 de diciembre de 2010

Sigo siendo una mala madre

Hoy celebro el cumpleaños de mi hijo, 11 años, y un año más, sigo siendo una mala madre. Eso sí, no me arrepiento. El año pasado os conté mis peripecias, que ni yo me podía creer, aquí las tenéis, y este año me he atrevido a repetir, inconsciente y blanda que es una. El caso es que ha ido bastante mejor, no me puedo quejar. Eso sí, gritan como condenados, los jodíos, no me lo explico.

El caso es que llevo un año observando a mi hijo y sus amigos en plan “científico”, ya conocéis mi afición a analizar las relaciones, especialmente de pareja, y he aprendido muchas cosas observando a la manada preadolescente. Como mi hijo todavía está en la fase de contarme cosas, cada semana me entero de algo que me sorprende. O yo era muy pava a su edad, o están mucho más avanzados que nosotros. Seguramente un poco de las dos cosas.

Poco después del cumpleaños anterior me contó cuál era la organización social de los niños de su curso. Al parecer es ésta (transcribo en la medida de lo posible sus palabras):

-          “Primero están los que van siempre solos, que nadie quiere estar con ellos” (pobrets, me dio una pena imaginármelos, qué cruel es la vida, ya de pequeños, marginados).
-          “Luego están Los Grupillos, que son los “normales” que van en grupos pequeños, de dos o tres”.
-          “Después Los Grupos, que son “igual de normales”, pero van en grupos más grandes”. O_O
-          “Luego Los Medio Populares, que son populares, pero a medias” (Joer, qué lío, cuanto grupo :P).
-          “Luego Los Populares, que está claro, ¿no?”. (Clarísimo…).
-          “Y después está… (pausa dramática) R, que es el más popular de todos”.

Al parecer las chicas tenían la misma clasificación, y había ciertas reglas para las mezclas de sexos: Las Populares solo se juntaban con Populares, y viceversa, y había posibilidades de ascender en la escala social, pero era difícil. Vamos, real como la vida misma, oye.

Pasó el tiempo y se acercaba San Valentín, ese gran día. Poco antes me contó que le gustaba una chica, mmm… Y yo, con lo cotilla que soy, empecé a sonsacarle. “¿Quién es? ¿Cómo es? ¿Es guapa? ¿Es lista?”. Después del interrogatorio al que le sometí, llegué a la conclusión de que mi hijo estaba más despistado que un pulpo en un garaje. Yo le preguntaba “¿Pero le gustas? ¿Te manda alguna señal?” Claro, el pobre no tiene ni idea de señales. Si no tienen ni idea los de cuarenta, ¡van a tener los de diez! :D

El caso es que durante los días siguientes me iba contando las supuestas señales y más detalles. “Hoy me ha mirado desde la piscina”, “Hoy me ha saludado desde lejos”, “Hoy ha venido con un pantalón corto y unos leotardos”, … Hasta que un par de días antes del Día de los Enamorados me lo encuentro sentado en el sofá, mirando una foto de grupo de su clase, todo melancólico. “Qué te pasa?”, “Que M tiene novio…”, “¡No me digas! ¿Y eso? ¿Cómo te has enterado?”, “Le he visto un regalo en la mochila y le he preguntado que qué era eso… y me ha dicho… eres el último en enterarte… P y yo somos ENE-O-UVE-I-O-ESE. “¡Será guarra!”, pensé yo, “¡Se lo deletrea y todo!”, pero claro, no le dije eso, no. Le dije “No te preocupes, hijo, que hay más mujeres que peces en el mar, y eso chica no te conviene, es tonta”. Entonces, para darle más fuerza a mi argumento, le empecé a contar varios de mis fracasos amorosos, y parece que eso le dejó más tranquilo. Mal de muchos…

Lo cierto es que San Valentín hizo estragos en su curso, estaban todos revolucionados. Uno de ellos se llevó tres o cuatro regalos para repartir, a ver si alguna caía. Otro le escribió una carta de amor a una compañera, con intención de dársela en mano, en plan valiente. Pero éste tuvo un contratiempo, y mi hijo un gran dilema con el tema:

- Mi hijo: Mamá, tengo un problema muy gordo…
- Yo: ¿Cuál? (A saber…).
- Mi hijo: Es que N le va a dar el lunes una carta de amor a B, y resulta que me acabo de enterar de que B sale con F, que es el más chulo de la clase, y como se entere, le va a partir la cara a N.
- Yo: Mmm… pues avisa a N, y que no le dé la carta.
- Mi hijo: Pero si hago eso le partiré el corazón (literal).
- Yo: Estooo… Pues no le digas nada…
- Mi hijo: ¡Pero entonces le partirán la cara! ¿Tú qué harías?
- Yo (con sudores fríos): Pues yo haría lo que me gustaría que hicieran conmigo. O sea: Si tú fueras N, ¿qué te gustaría que hicieran tus amigos? ¿Qué te lo dijeran, o que no?
- Mi hijo: Que me lo dijeran.
- Yo: Pues díselo. Pero ten en cuenta que a lo mejor se enfada contigo, eso nunca se sabe. Hagas lo que hagas, se puede enfadar, así que haz lo que creas que es mejor, poniéndote en su lugar.

Al final decidió contárselo, pero no llegó a tiempo. La chica ya no era novia de F, pero le dio un abrazo a N y le dijo que muchas gracias, que le caía muy bien, pero que iba a buscar otro novio. Al parecer, tres meses después seguía sin novio, y según mi hijo, cometió un error no aceptando a N porque “más vale pájaro en mano”. Yo con estas cosas no sé qué pensar, francamente… :S.

Al final del curso fuimos a la representación que hacían con el Coro del Colegio, y como se me olvidó la radio en casa, aprovechamos para ir hablando en el coche. Para empezar, al salir de casa llevaba el cuello de la camisa levantado, en plan Draculín. Se la bajo, como buena madre que soy, y me dice No, así no. Así, para arriba!”, “¿Por qué?”, “Es que es la moda, mis amigos lo llevan todos así”, “¡Pues sois un poco macarras, eh!”, “Bueno, ahora me lo pongo normal, pero cuando llegue allí, me lo subo”.

Una vez en el coche: “Mamá, tú sabías que Los Populares llevan “boxes”, y los Grupillos slips”, “¿Ein?”, “Sí, que Los Populares, que además todos juegan al fútbol, llevan calzoncillos de esos que parecen pantalones”, “¿Y eso?”, “Pues no sé, porque son populares y llevan boxes”, “Cariño, boxeRs…”, “Pues eso, boxes”.  Seguimos: “¿Los tíos (mis hermanos) llevaban boxes de pequeños?", “Cariño, cuando tus tíos eran pequeños, solo se vendían calzoncillos blancos o como  mucho azul claro. Y las bragas de dibujitos no existían, todas eran blancas y hasta el ombligo”. No me atreví a preguntar qué distingue a Las Populares de las normales, igual unas llevan tanga y las otras bragas, ¡vete tú a saber!

Como tenía casi una hora de coche en total, aproveché para indagar: “¿Y qué hacen los novios, se besan?”, “¡Noooooo!”. Al parecer, van juntos siempre que pueden, y ellos “las protegen”. Toma ya, macho total…

Después seguimos hablando de sus compañeros, y había un poco de todo. Conforme me contaba, yo me iba imaginando a los personajes dentro de veinte años:

- El macho alfa: Este al parecer “chasquea los dedos y tiene a la novia que quiere”. Hay que reconocer que promete: alto, moreno, discreto, no va de chulito, guapito, ni gordo ni flaco, juega al fútbol… y al parecer triunfa entre las féminas. Según mi hijo “hay un rumor, una leyenda, de que le gusta una chica pero no se sabe si sale con ella”, aunque nadie está seguro de que ese rumor sea cierto, porque si él hubiera decidido que la quería, ya sabéis, con chasquear los dedos le bastaba.


- El plasta: Este lleva todo el curso “desesperao” por tener novia. Le pidió de salir a todas empezando por la más guapa, pero cuando llegó a las feas se cortó por si le decían que sí. Es pesado, pero de tonto no tiene un pelo :D.

- El gorrón: No lleva nunca bolis que funcionen y se los va cogiendo a los demás. Ese de mayor nunca llevará tabaco encima, como si lo viera.


- La diva, la más popular. Solo sale con populares o muy populares, no te vayas a pensar. ¿Tiene damas de honor, como buena Hembra Alfa? Pues no sé, lo tengo que preguntar.

- El vividor: Este les dice a todos “Yo no hago los deberes porque quiero vivir la vida”. Hay que ver, tan pequeño y con esas ideas.

Después llegó la fiesta de final de curso, en plan “día de feria” en el colegio, y la conversación a la vuelta en el coche tampoco tuvo desperdicio:

-          Mi hijo: Sabes, mamá, esta mañana he visto a M…
-          Yo: ¡Ah!
-          Mi hijo: Ya no tiene novio, han cortado, así que el año que viene tengo que conseguir que sea mi novia.
-          Yo: ¿Y no te gusta ninguna otra, aunque sea solo un poquito, por si esta no te hace caso? (Yo a lo práctico).
-          Mi hijo: ¡Noooooo! Me gusta M, las demás son muy pijas. ¿Tú crees que lo conseguiré?
-          Yo: Mmm… Pues mira, es duro, pero lo conseguirás si ella decide que seas su novio, o sea que más bien te conseguirá ella a ti, en todo caso (Jo, es mi hijo, no querréis que le mienta, ¿no? ¿o sí…?).
-          Mi hijo: ¿Tú crees que se puede ser novio toda la vida?
-          Yo: Hombre, pues sí. ¿Es que te quieres casar con ella?
-          Mi hijo: Bueno…
-          Yo: Pues se puede, pero para ser novios toda la vida hay que cuidar al otro, hay que ser cariñoso y hacer cosas juntos (¡Joer, qué difícil explicarle estas cosas a un niño de diez años!).
-          Mi hijo: Mi amigo R sí que tiene suerte, jo… Lleva nueve meses con su novia. Ese seguro que será de los que se pasa toda la vida con ella.
-          Yo, pensando: “¡Madre mía, la que te espera con M!”.
-          Mi hijo: ¿Tú crees que me puede pasar como al tío?
-          Yo: ¿Ein?
-          Mi hijo: Que me quede soltero… (con voz de preocupación).
-          Yo: Hombre… Pasar, puede pasar, pero no es lo normal… Y tampoco pasa nada si te quedas soltero o te separas, ¡eh!

¡Madre mía! ¡Que me ha salido romántico, buenazo y un poco friki! ¡La que le espera con las mujeres! ¡Pobret!

El caso es que este año la temperatura sexual ha ido en aumento. Hace poco íbamos en el coche (que es algo así como el confesionario, por lo visto), y nos dice a mi marido y a mí: “R y J han hecho intercambio de parejas. La cara que pusimos debió ser un poema… ¿Y eso qué es?”, pregunté yo, no sin miedo. “Nada, que R salía con M, y J con S, y se han intercambiado las parejas”, “Aaaaah…”. Pero la cosa no terminaba ahí, el morbo estaba en que también se habían besado en público, en el pasillo, y en la boca. No me atreví a preguntar si con lengua o sin lengua, de momento me quedo con la duda, no estoy preparada para más.

En fin, hasta aquí la crónica de la preadolescencia. En el salón no pararon de dar gritos, de verdad que son una panda de energúmenos, pero yo, por suerte, este año iba avisada y he optado por dejarles que se maten entre ellos. De vez en cuando entraba para comprobar si necesitan comida o bebida, pero por lo demás ni me inmutaba.

La próxima semana, hablaremos de hombres ;).